La Educación Social en estos tiempos es una profesión importante, tan esencial como la enfermería, el magisterio o los transportistas. No quiero referirme a nuestra profesión como algo a destacar por encima de otras, porque considero que todos y todas hemos vivido de cerca y en carne propia el descalabro estructural, emocional, social, político y económico que ha traído consigo la dichosa pandemia del coronavirus.
Más bien me gustaría destacar la gran capacidad de resistencia que desde la Educación Social en sus diferentes ámbitos, hemos tenido que soportar en estos momentos. Concretamente os doy un pantallazo desde mis dos campos de acción en los que desarrollo mi trabajo:
1.- Como educador de un CRAE, tengo que destacar la gran capacidad de mis compañeros y compañeras para dar respuestas y soluciones creativas a las necesidades de los niños y adolescentes de nuestro centro de trabajo.
La gran prueba de resistencia empezó con el confinamiento y continua en el desarrollo del curso escolar. Si ya fue difícil tener a los niños confinados, gestionar los deberes y clases virtuales…. desde los centros tuvimos que sumar la restricción de visitas de los familiares, un estricto cumplimiento de los protocolos sanitarios, miedos, rabia, ansiedad de todos. Y a muchos nos tocó hacer más horas que un reloj. Aunque actualmente se realizan visitas familiares tanto dentro como fuera del centro, las medidas de protección siguen vigentes.
2.- Como educador de calle, convivo con la frustración de tener que decir que no (por normativas administrativas) a las propuestas de actividades lúdicas de adolescentes y jóvenes, como torneos de fútbol, peleas de gallos (rap callejero), … y la necesidad de buscar alternativas viables y respuestas efectivas a las demandas de los chicos y las chicas con los que interactúo. En la calle se detecta cómo la realidad está dejando un desempleo juvenil muy elevado, falta de equipamientos, actividades o espacios lúdicos, restricciones en el ocio nocturno, etc. Esto ha provocado en la juventud y la adolescencia la sensación de que las oportunidades de estudio, trabajo y diversión se quedaron en confinamiento.
El trabajo de Educadoras y Educadores Sociales, es esencial para poder entender y procesar la realidad para dar respuestas realistas, creativas y efectivas, desde nuestros respectivos ámbitos laborales, a la actual situación a la que nos ha llevado la COVID 19. No hay nada hecho, todo se elabora sobre la marcha. La incertidumbre y el día a día llegaron para quedarse y el plan “B” quizás pasa por aprender a convivir con el presente tal y como viene.
Douglas Varela
Educador Social
CAYAC